Construir al otro a la medida de lo que uno es capaz de atacar, constituye esa falacia del hombre de paja tan usada, y tan antigua, al mismo tiempo.
Acabo de dar con una nota titulada La doble moral de los inventores del ciberpatrullaje de Ricardo Ragendorfer, escritor y periodista, publicada en el medio financiado por el kirchnerismo: Tiempo Argentino. Como la nota tiene referencias directas a mi persona y a una columna de mi autoría publicada en PanAm Post, quisiera usar las siguientes líneas a modo de respuesta.
Hoy gran parte de la izquierda no ve en el “imperio”, o aquí diríamos el “globalismo”, un peligro, sino más bien una oportunidad.
En la Política de Aristóteles, el desarrollo que lleva a la formación de una comunidad política se da con arreglo a la constitución previa de otras formas más elementales de comunidad humana: la familia como relación conyugal; la casa como relación señor-siervo; la aldea como relación de parentesco entre varias familias; y finalmente, la comunidad política, la polis, como reunión de diferentes aldeas.
La cabeza del progre, o del aspirante a progre, acaba de explotar: “¡el hoyo es nuestro sistema!”
Allá por 1971, Ariel Dorfman y Armand Mattelart publicaban un célebre libro titulado Cómo leer al Pato Donald. Abordando un conjunto de viñetas de la tradicional historieta de Disney, los autores desentrañaban mediante un análisis del discurso la manera en que el sistema capitalista se reforzaba en su ideología a través de diálogos, situaciones, imágenes y estereotipos que los simpáticos patos protagonizaban.
La política del encierro, cuando se aplica sobre una población idiota, es transformada por esta última en reality show.
La pandemia trajo consigo, en muchas latitudes, la política del encierro: encierro que aísla, con el objeto de evitar el contacto humano a partir del cual la peste se multiplica a una velocidad inusitada.